Sobre-endulzados

14/06/2020 Por Juan Pablo Haupt

El azúcar está hasta en la sopa, literalmente. Casi todos los productos que hay en el supermercado vienen azucarados: productos congelados, salsas, snacks, galletitas, postres, comidas preparadas, jarabes, chocolates, helados, panificados, chicles, bebidas y hasta la pasta de dientes (para mejorar características organolépticas).
Al azúcar añadida se suma toda una batería de saborizantes y edulcorantes que bombardean nuestras papilas gustativas y aumentan la afinidad por los alimentos más dulces. Por este motivo las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) apuntan también a la reducción de los edulcorantes, especialmente cuando se dirigen a la primera infancia. Porque el problema no es sólo el azúcar sino también del dulzor, en todas sus formas, que va formando una preferencia en el paladar.
Este mes la OMS difundió una investigación sobre alimentos para bebés realizada en Europa. Se recogieron datos (entre noviembre de 2017 y enero de 2018) sobre 7.955 productos alimenticios o bebidas comercializados para lactantes y niños pequeños (de 3 a 36 meses) en 516 tiendas de 4 ciudades de la Región Europea de la OMS: Viena (Austria), Sofía (Bulgaria), Budapest (Hungría) y Haifa (Israel).
Los resultados fueron claros. En tres de estas ciudades, la mitad o más de los productos proporcionaron más del 30% de las calorías en relación a los azúcares totales (tres veces más de lo recomendado por la OMS). Alrededor de un tercio de los productos mencionan como parte de los ingredientes el azúcar, el zumo de fruta concentrado u otros agentes edulcorantes.
“Una buena nutrición en la infancia sigue siendo fundamental para garantizar un crecimiento y desarrollo óptimo de los niños, así como para obtener mejores resultados sanitarios en etapas posteriores de la vida, incluida la prevención del sobrepeso, la obesidad y las enfermedades no transmisibles relacionadas con la dieta”, afirma Zsuzsanna Jakab, directora regional de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Europa.
Los especialistas están de acuerdo: inculcar buenos hábitos es más importante y fácil que cambiarlos sobre la marcha. Todos los padres tenemos esta responsabilidad. Cuando armamos la lunchera, cuando agregamos (o no) azúcar o edulcorante al jugo de naranja, a la chocolatada o al té con leche, cuando les compramos una gaseosa, siempre estamos educándolos. Por eso sirve preguntarnos: ¿es necesaria la cantidad de azúcar que les damos o estamos sobre-endulzándolos? ¿En qué medida estamos transmitiéndoles a los chicos nuestra irracional preferencia por los productos azucarados?