dulzura artificial

La dulzura artificial

14/06/2020 Por Juan Pablo Haupt

Desde hace un tiempo crece la polémica sobre la seguridad de las sustancias edulcorantes. No queremos entrar en las controversias que envuelven a los edulcorantes comunes (ciclamato, sacarina, aspartamo o sucralosa) sobre si aumentan el riesgo de cáncer o de alteraciones metabólicas, como la intolerancia a la glucosa. Lo cierto es que no hay estudios concluyentes, ni para afirmarlo ni para negarlo. “Las posturas extremistas, es decir, aquellas que afirman que los edulcorantes son veneno o, por el contrario, aquellas que aseveran que está absolutamente demostrado que no producen nada, ignoran o deciden ignorar una parte de la literatura científica. Los edulcorantes siguen siendo un tema de estudio”, concluye Ramiro Ferrando es Licenciado en Nutrición (MN 8571) y Máster en nutrigenómica y nutrición personalizada. (en su web Pienso, luego como). Cabe agregar que estos edulcorantes artificiales como la sacarina atraviesan la placenta durante el embarazo pudiendo llegar a entrar en el riego sanguíneo del feto y afectarlo (dado que su eliminación tarda más que en la madre). 
La estevia, en su versión refinada, surge como una opción superadora de las anteriores. Esta sustancia no deja dudas en relación a que no causa cáncer, a que no es tóxica y es segura para niños y mujeres embarazadas (esto concluyó en 2010 la Autoridad Europea de seguridad Alimentaria después de pruebas en humanos y animales). Entró al gran mercado aprobado como aditivo alimenticio en 2008 en Estados Unidos y en 2011 en Europa. Sin embargo, en áreas subtropicales de América Latina (especialmente Paraguay y Brasil) se viene usando desde hace cientos de años y en Japón se ha vendido como endulzante por más de cuatro décadas. Es cierto que no tiene calorías y endulza 200 veces más que la sacarosa. Su componente endulzante, el glucósido de esteviol, se extrae de las hojas de la planta de estevia poniéndolas en remojo. Y este componente pasa a través del cuerpo sin ser absorbido. La desventaja es que deja un regusto amargo, por lo que a veces se vende mezclada con otros edulcorantes artificiales.
Las dudas científicas van por otro lado. La hipótesis es que cuando el cerebro registra un sabor dulce que el cuerpo no recibe, por el engaño, se libera insulina, lo que podría llevar a ganar peso en el largo plazo. También existe alguna literatura que indica que, de la misma manera que el azúcar, la estevia activa los receptores del sistema de recompensas, lo que incita a comer aún más azúcar a consecuencia del engañoso sentimiento placentero que experimentamos. Todavía no es posible afirmar que está ocurriendo, ni tampoco negarlo. Por eso todavía no hay suficiente evidencia para decir que estevia ayuda a mantener un peso saludable.